Entrevista a Álvaro Cuadra: Desnudando al Príncipe Posmoderno

23.06.2019

Álvaro Cuadra Rojas (Santiago, 1956) es pensador, ensayista y académico chileno. Licenciado en Letras y Magister en Literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctor de la Sorbonne de París en Semiología y Letras. Su trabajo teórico se orienta hacia el pensamiento crítico en torno a las comunicaciones y la cultura actual. Entre sus obras publicadas destacan: "De la Ciudad letrada a la Ciudad virtual" (2003), "Híperindustria cultural"(2008), "Ópticas de la modernidad" (2013), "Comunicación política y democracia en América latina" (2016), "El Príncipe posmoderno" (2019).

En la actualidad el doctor Cuadra se desempeña como docente investigador y Coordinador académico de la Maestría de investigación en Comunicación y Cultura en Universidad Central del Ecuador (Facultad de Comunicación Social / CIESPAL).

La presente entrevista se hace en el contexto de la publicación de su más reciente libro -"El Príncipe Posmoderno" (2019)- cuya tesis central que presenta resumida como artículo en el número 11 de la Revista Chilena de Semiótica.

Por Rubén Dittus 

¿Cuál es el análisis que haces del rol de las redes sociales en la forma de hacer política? ¿No es, acaso, un método efectista y a corto plazo? ¿Se trataría, tal como indicas en tu libro, de un acelerado desplazamiento en el estado de opinión que defines como "Comportamiento Ondulatorio" o, más bien, estandarizador?

Para responder a esta pregunta, se hace imprescindible hacer antes un mínimo bosquejo de carácter histórico y político. Cuando Nicolás Maquiavelo escribe El Príncipe, lo concibe como una persona de carne y hueso. De hecho, el libro esta dedicado al estadista, explícitamente "Al magnífico Lorenzo de Médicis". Este hecho no pasó desapercibido para un pensador tan notable como Antonio Gramsci, quien advierte en su libro El Príncipe Moderno que el mito-príncipe ya no puede ser una persona real. Para Gramsci, resultaba claro que el desarrollo histórico de la modernidad había dado un nuevo organismo capaz de expresar la legítima voluntad política colectiva, dicho organismo no podría ser sino el partido político.

Al contrastar estos antecedentes históricos con la realidad presente, me resultaba muy claro que los partidos políticos perdían su protagonismo y que la concepción un moderna de Gramsci perdía vigencia. Se hacía indispensable volver a pensar lo político y la figura del príncipe en la llamada era digital. Pensar un Príncipe Posmoderno remite a tres cuestiones fundamentales, a saber: el ocaso de los partidos políticos, una mutación de las audiencias y lo que podríamos llamar un "giro informacional" de lo político.

De algún modo, los otrora poderosos partidos políticos se habían reducido a verdaderos "carteles" y los políticos, en su gran mayoría, se han convertido en personajes de dudosa catadura. Esta intuición se consolidaba más al compartir con los estudiantes que en sus marchas gritaban "El pueblo unido avanza sin partido". Se trataba, por cierto, de un fenómeno global, sea que se tratase de las protestas estudiantiles en Chile (2011), o de los "chalecos amarillos" en Francia (2018), la cuestión de fondo era la misma: la época de la democracia de partidos parece estar llegando a su fin. Aclaremos, la crisis de los partidos acontece tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político. Pienso que lo que ha entrado en crisis es una cierta concepción de la democracia representativa que fue concebida en otra época. Como se ha dicho, la democracia representativa es "analógica" en un mundo digital, la democracia, tal como la conocemos, no ha sido hecha para esto que estamos viviendo.

Las nuevas audiencias ya no responden a esa dicotomía que nos enseñaron en la universidad, esto es, masa y público, según Habermas y Mills. Las cosas han cambiado mucho desde aquellos años, hoy existe una nueva forma de comunicación que domina el mundo, se llama CMC (Computer Mediated Communication) En la hora presente, los usuarios de las RSO (Redes sociales on line) ya no constituyen propiamente una masa, pues como afirma, Byung Chul Han, los enjambres digitales carecen de "espíritu", son solo unidades aisladas o "Hikikomoris". No solo eso, sino que además, los enjambres digitales se aglutinan y se dispersan súbitamente ante determinados estímulos. A esto lo llamamos "Comportamientos ondulatorios" de las audiencias en la red. Si antes se hablaba de un " giro lingüístico" en las ciencias sociales, un riguroso ejercicio epistemológico nos lleva a concebir un "giro informacional" en la actualidad. En el actual estado de cosas, un estado de "miseria simbólica", los comportamientos de los enjambres digitales se han tornado superficiales, inestables y efímeros, pues ahora todo parece resolverse en unos cuantos "Likes", haciendo de las encuestas, instrumentos poco fiables.

¿Cómo dialoga la figura del Príncipe Posmoderno con los liderazgos populistas, nacionalistas o conservadores de la era digital? ¿Se puede hablar de una nueva forma de liderazgo o es más de lo mismo (emocional y seductor), pero usando otras plataformas?

Los nuevos líderes políticos ya no se sostienen en estructuras partidarias, verticalistas y burocráticas, sino más bien en movimientos horizontales, asambleístas y lúdicos. Las nuevas audiencias esperan de su Príncipe Posmoderno respuestas inmediatas, totales y emotivas. Esto explica, en gran medida, el ascenso de los llamados populismos, a la derecha y a la izquierda del espectro político. Un fenómeno que, en mi opinión, ha llegado para quedarse por un largo tiempo. En este punto debemos ser cautos, pues las recientes olas de protesta han sido capaces de movilizar a muchos y llamar la atención de los medios, pero dado su carácter amorfo y volátil, no se ha mostrado capaz de transformar efectivamente el espacio público.

En la hora actual, desde mi perspectiva, se está produciendo la conjunción de dos grandes fenómenos socio-culturales; por una parte, se ha instalado a nivel mundial una Sociedad de Consumidores, último estadio de un tardo capitalismo global. Por otra parte, Internet cubre ya la mayor parte del orbe, cubriendo el mundo entero con una red capilar de flujos y conexiones: el espacio virtual propio de la llamada Sociedad de la Información. El nuevo sujeto social es, pues, un "usuario" y un "consumidor" al mismo tiempo. Asistimos, en la actualidad, a la irrupción de nuevas formas de hacer política y a nuevas formas de liderazgo.

Se podría pensar que lo que acontece en las redes es más de lo mismo, no obstante debemos reconocer algunas singularidades de la comunicación política digital. Estimo que las redes sociales On line representan una verdadera revolución semiósica y social; pues, aunque podemos reconocer la seducción como vector que orienta las conductas de los usuarios-consumidores, no ocurre lo mismo con una noción tan fundamental como el espacio-tiempo. El "tiempo histórico" contextual difiere del "tiempo informacional". Esta es, a mi entender, la diferencia fundamental entre los Contextos y los Transcontextos, lo que percibimos como una aceleración vertiginosa de los cambios abruptos en los comportamientos políticos del enjambre digital. Este hecho capital inaugura lo que se ha dado en llamar una "gubernamentalidad algorítmica", en que lo político se fundamenta en el "Big Data". Esto se va a traducir en nuevas modalidades de lo político, sea que lo llamemos Telecracia o Psicopolítica.

En tu opinión, ¿lo anterior es el principal factor del auge de la posverdad o hay otras causas, como líderes invisibles y estrategias cuidadosamente articuladas? Se habla de la crisis de los meta relatos tras la impronta del discurso posmoderno, ¿no sería el escepticismo global una forma de relato creíble abiertamente hiper moderno? No creer en el calentamiento global o en la eficacia de las vacunas, serían ejemplos de aquello. ¿Está en crisis la democracia ante la nueva valoración de "lo público"?

Digamos de entrada que la mentira y el engaño - como la traición, la corrupción y el crimen - han acompañado a la política desde siempre; por tanto, la primera cuestión que es menester esclarecer dice relación con el concepto mismo de Posverdad. Un término, por cierto, que ha sido admitido por el Oxford Dictionary en 2016.

La Posverdad, desde mi punto de vista, no es una categoría lógico - discursiva, pues no alude al valor veritativo de los enunciados. Se trata de una categoría que instala un dispositivo de significación política que aunque pudiera resultar grotesco reclama y exige una respuesta política. En este sentido, toda Posverdad instituye un "verosímil", una suerte de interpretación alterna de la realidad. El término Posverdad es afín a palabras como "fake news", desinformación, demagogia entre otras.

En un modelo muy elemental podríamos decir que una verdad se construye a partir de estímulos del mundo que nuestros sentidos convierten en "datos", estos datos son tamizados por nuestros filtros conceptuales para devenir "información", la que al ser contrastada con nuestros modelos mentales y nuestros valores se transforman en "conocimiento" y es este conocimiento el que orienta nuestras acciones y comportamientos en el mundo. Pues bien, la Posverdad nace cuando hemos abolido los estímulos del mundo (es decir los datos de la realidad) y admitimos como cierto un paquete de información que se ajusta a nuestros valores y prejuicios. Poco antes de su muerte, Umberto Eco, ese célebre semiólogo y novelista, tuvo palabras muy duras hacia las redes sociales On line: "Es la invasión de los idiotas".

Millones de personas viven sus pseudoverdades en un circuito cerrado, consumiendo toda información que reafirme sus creencias: Afirmo el racismo por ejemplo, y consumo páginas Web que exaltan el supremacismo ario. La Posverdad es ya patrimonio de la propaganda política y ha sido utilizada como una técnica legítima en varios procesos electorales. De hecho, se sabe que la empresa "Cambridge Analytica", experta en estos temas, jugó un papel preponderante en la reciente elección estadounidense, utilizando técnicas que se encuentran en el límite de lo moral y lo legal.

Si George Orwell imaginó un Ministerio de la Verdad en su célebre novela 1984, habría que decir que la distopía en que se ha convertido el mundo contemporáneo no requiere un ministerio tal, pues cada uno de los dos mil millones de usuarios de redes virtuales en el planeta se han convertido, de manera consciente o inconsciente en entusiastas funcionarios y colaboradores del Ministerio de la Posverdad. Cada vez que compartimos información espuria, ayudamos a difundirla sin ninguna garantía de verdad.

Se observa cada vez con más fuerza la presencia de la ciudadanía en las calles. Marchas, protestas y funas han crecido en número cobertura e impacto. ¿Es el fin de la democracia representativa de partidos tal como la conocemos hoy día?

Me tocó presenciar en primera fila las marchas estudiantiles en Chile durante el 2011. A partir de esa experiencia he observado una serie de cambios respecto de aquellas marchas que vivimos en nuestra juventud. Hemos aprendido que esta nueva forma de lo político deja atrás el discurso deliberativo que construía un relato anclado en la "convicción". Lo que convoca hoy a los jóvenes se relaciona más con la "seducción" de una actuación en que cualquier relato cede su lugar a la experiencia derivada de la acción misma. Lo político adquiere así las características de un flujo al que se entra y se sale.

Participar es ingresar al flujo en un instante determinado, participar es actuar, hacer. La marcha serpentea las calles y avenidas del laberinto urbano, hay adrenalina en los gritos y altoparlantes, hay "suspense" en las siluetas amenazantes de los carabineros dispuestos para el evento. El flujo temporal se experimenta como un avanzar que no reconoce, necesariamente, un "libreto preestablecido". Toda marcha es incertidumbre, sorpresa. Ninguna marcha es igual a otra, hay anécdotas y episodios que se viven como únicos e irrepetibles. Toda marcha es, como el mismo decurso histórico, un riesgo.

La marcha enarbola banderas, pancartas y disemina gritos y cantos, pero su "mensaje" es políticamente amplio. No se milita en una marcha, se protesta, se reclama, pero no se exhibe un código ideológico acotado. Ya lo hemos dicho, las marchas estudiantiles son la experiencia de lo diverso. Cada sujeto encuentra su expresión en el seno de un grupo que avanza. La participación política adquiere, entonces, la fisonomía de aquello que acontece y, en toda su radicalidad, de "aquello que nos acontece". Lo político atañe al cuerpo, es el vértigo de un "estar ahí", una "des- automatización" perceptual y corporal que subvierte la rutina. La movilización estudiantil pone en relación, a lo menos dos temporalidades, aquella que fluye como "acontecimiento" y aquella que fluye como consciencia de "estar ahí". Cuidado, "estar ahí" no puede traducirse de buenas a primeras como un "pertenecer a", esta distinción es sutil, pero exige nuestra atención. Lo político como acción mancomunada fue entendido como organización, partido o contingente. Sin embargo, en la actualidad, la muchedumbre es capaz de habitar lo político como flujo. Se puede afirmar que "estar ahí" es "presencia en el ahora", es la constelación que nos convoca a un presente como experiencia. La politicidad de lo político ya no está diferida como utopía ni mediada como discurso. En cada manifestación de los estudiantes, lo político se realiza, simplemente "Es".

Por su parte, el "Poder" actúa, literalmente, como clausura de una manifestación. Su "estar ahí" es, desde luego, un "estar político" Su disposición no es otra que afirmar el orden del presente, y en este preciso sentido, su papel es, ineluctablemente, conservador. Podríamos decir que si la politicidad de una manifestación reside en el flujo mismo, lo político inmanente al "Poder" es la ralentización del flujo, cuyo ideal es el mantenimiento de una configuración histórica dada. El "Poder" adquiere así su dimensión maquínica, burocrática, jerarquizada, y en el límite, sistémica. Podríamos avanzar la idea de que las actuales democracias representativas de partidos no son otra cosa que la escenificación de una "performance mediática y estadística" Con ello se cumple la tríada prefigurada por filósofos como Benjamin, en cuanto a la celebración del "Poder" y el destino último de las sociedades burguesas: la represión policial, la seducción consumista y el fasto mediático.

¿Cuál es el aporte que la semiótica puede hacer ante el vertiginoso cambio cultural en las relaciones humanas? ¿Se puede pensar en un modelo semiósico que permita comprender esa complejidad?

Esta es quizá la pregunta más difícil de responder en esta entrevista. Intentaremos, por lo menos, mostrar los límites que plantea una interrogante tan compleja. Lo primero que debemos señalar es que en este momento la semiótica está padeciendo un "déficit teórico conceptual" Durante el siglo pasado se instituyó una serie de modelos teóricos de inspiración logocéntrica y literaria. Tanto así que la lingüística fue declarada la ciencia precursora de las ciencias sociales. Hacia fines del siglo veinte se produce un giro interesante hacia un enfoque pragmático- formal, estoy pensando en la famosa Teoría de la Acción Comunicativa de Habermas. Sin embargo, ninguno de estos modelos pudo hacerse cargo de la verdadera revolución digital que ya está instalando el 5G, transformando lo que hemos entendido por comunicación e instituyendo un nuevo sujeto: el usuario.

Digamos, en segundo lugar, que ante el déficit teórico actual se impone una revisión epistemocrítica de los modelos semióticos capaz de dar cuenta de la comunicación digitalizada o CMC. Hay avances muy interesantes desde la llamada "Etnografía Virtual" desarrollada por Christine Hine y, más específicamente, en el ámbito del ARS (Análisis de redes sociales), pero apenas observamos un océano desde una orilla, queda mucho por investigar.

En tercer lugar, si pensamos la semiótica como una teoría general de la cultura - como propuso Umberto Eco- estimo que, en los años venideros, podemos esperar grandes aportes de esta ciencia de los signos para la comprensión del cambio cultural y la complejidad en que se desenvuelven las sociedades actuales.

Por último, me parece que seria muy ingenuo y presuntuoso afirmar que se ha consolidado un modelo semiótico capaz de comprender la complejidad actual. Pienso que ese es uno de los grandes desafíos teóricos de la actual generación de semiólogos enfrentados a una vertiginosa convergencia tecno-científica de escala planetaria como nunca antes.

Pertenecemos a una generación que se educó con las palabras y no tanto con las imágenes interactivas y en línea. A pesar de la existencia del libro electrónico, las ventas de los libros impresos no han bajado como se esperaba. En tu opinión ¿cuál es el futuro del libro como artefacto? ¿Ese tránsito cambiará la confianza que tenemos en las instituciones?

Es cierto, hemos sido formados con la palabra impresa y sin embargo, estamos habitando un mundo de imágenes interactivas en línea. Es verdad, nuestra vida está asociada a los libros y a las bibliotecas y sin darnos cuenta nos hemos convertido en "inmigrantes digitales". Hace ya más de una década, apareció, bajo el sello de la Editorial LOM de Santiago de Chile, mi libro De la Ciudad Letrada a la Ciudad Virtual (2003). Como en todo libro, se advierte en sus páginas, la impronta de una época. Así, los tópicos abordados delatan ciertas ineludibles "circunstancias de enunciación" que solo hoy se muestran con nitidez. Me asistía la convicción de que la "modernidad posdictatorial" en el Chile de entonces estaba signada por dos grandes cuestiones, a saber: la instauración de un inédito diseño socio-cultural construido de la mano de supuestos neoliberales, una Sociedad de Consumidores; y la expansión de nuevas tecnologías de información y comunicación que desafiaban el fundamento letrado e ilustrado de nuestra tradición cultural. La Comunicación y el Consumo constituyeron, pues, los dos grandes vectores de nuestro pensamiento en aquel momento.

Este libro fue, a su manera, un fecundo diálogo con ese uruguayo magnífico que fue Ángel Rama quien trazó una rica investigación histórico - cultural de América latina en esa obra imprescindible que es La Ciudad Letrada (1984), un libro precursor de las actuales corrientes académicas y de investigación en el ámbito de la cultura latinoamericana. El encuentro con esta obra maciza, verdadero descubrimiento, nos arrastró, ineluctablemente, a una inquietante pregunta sobre cuánto de aquello que describía Ángel Rama pervivivía entre nosotros. Debo decir con honestidad que no he arribado a una respuesta definitiva, pero sigo pensando - como hace dos décadas - que América latina se desplaza desde una Ciudad letrada, ilustrada y anclada a la escritura y al libro, hacia una Ciudad Virtual, llena de inciertos vértigos multimediales.

El libro ha sido un gran invento de la era gutenberguiana, en este sentido se trata de un "artefacto histórico", tanto como la figura del intelectual o de la literatura. Podríamos decir que en un periodo histórico determinado - la llamada era de la imprenta - la memoria adquirió la forma de "paquetes de información" llamados libros impresos organizados en bases de datos llamadas "bibliotecas". Ahora bien, todo lo anterior aconteció en el espacio físico de pupitres y hojas de papel.

En la hora actual, las redes de computadoras son capaces de "imitar" la hoja de papel y la letra impresa y archivar cientos de miles de "eBooks" en "Bibliotecas digitales" Podríamos decir que el "artefacto libro" no desparece como instancia para organizar la información - sea como relato, sea como mantra poético o como argumentación ensayística - sino que más bien "muta", se transforma, y de algún modo se enriquece. Nos desplazamos desde la "grafósfera" hacia la "videósfera" y el espacio multimedial.

Supongo que siempre van a existir seres nostálgicos, entre los que me incluyo, que de cuando en cuando volverán a oler las hojas de un libro nuevo y a acariciar las páginas amarillentas de alguna preciada "primera edición" Digo esto y miro a mis estudiantes embelesados con su teléfono móvil, "conversando" con sus amigos, intercambiando fotos, memes y risas.

¿Cuál es el rol de los mercados globales ante el panorama digital? ¿Corren por caminos propios o hay una convergencia que seduce un "apagón digital" en las próximas décadas por razones proteccionistas?

La segunda mitad del siglo XX estuvo signado por la llamada "Guerra Fría" que enfrentó al campo socialista encabezado por la Unión Soviética con el mundo capitalista occidental liderado por los Estados Unidos. Tras la caída del muro se ha estado reconfigurando el orden geopolítico mundial en que la lucha ideológica ha sido desplazada por una pugna económica, tecnológica y militar. Después de las reformas de Deng Xiaoping, la República Popular China ha emergido como una de las principales potencias mundiales capaz de disputar el liderazgo a los estadounidenses.

Lo anterior se traduce en una confrontación económica, tecnológica y militar entre el eje anglo- americano y su antagonista sino-ruso. Uno de los capítulos centrales de esta confrontación se verifica en el mundo digital. Como sabemos, en los próximos años las redes de quinta generación (5G) van a transformar los procesos productivos y el control social, generando por vez primera un entorno inteligente. Esta tecnología va a otorgar una clara ventaja militar y aeroespacial a quien la maneje. La "Inteligencia Artificial" y la "Internet de las cosas" son apenas la punta del iceberg de una transformación que promete ser un salto cualitativo de nuestra civilización.

No seamos ingenuos la "cuestión digital" es central en la lucha que se está desarrollando, lo que de verdad se está disputando es la hegemonía mundial durante el siglo XXI. De hecho lo digital siempre ha estado ligado a la defensa de los países, recordemos que Internet nació como ARPANET, una red militar de computadores. La arremetida estadounidense contra la empresa china Huawei es apenas la más reciente escaramuza de una guerra mucho más amplia. Nombres como los de Snowden o Assange solo nos evidencian lo encarnizado de estos enfrentamientos.

En el presente, vivimos, a falta de mejor nombre, una "guerra comercial" entre China y los Estados Unidos; un hecho que pone en jaque a los países latinoamericanos. Más allá de los eufemismos a los que nos tienen acostumbrados economistas y políticos, lo cierto es que América latina sigue siendo una región subdesarrollada que muestra males comunes: una patética desigualdad en los ingresos, una carencia de servicios públicos en salud, educación y pensiones; en fin, una "democracia" de muy baja intensidad acosada por la violencia, la corrupción y el narcotráfico. Desde nuestra perspectiva de países pobres, los productos chinos son más que interesantes porque hacen el mismo trabajo que los productos americanos, pero a mitad de precio. Esto pasa con el mundo digital, computadores, televisores y "smartphones" Seamos francos, para los países latinoamericanos - típicas economías exportadoras de materias primas - hay dos palabras claves para su desarrollo, la primera es "integración" (regional, mundial) y la segunda es "mercados abiertos". Todo lo que signifique "proteccionismo" nos juega en contra.

La idea de un eventual "apagón digital" derivado de prácticas proteccionistas no parece una amenaza real e inmediata. Por el contrario, las confrontaciones de todo tipo no hacen sino acelerar los procesos de desarrollo tecnológico. En los próximos años la confrontación tecnológica se va a agudizar mucho más. Es altamente probable que la tecnología digital china sea capaz de innovar en el plano del "software", ofreciendo al mercado global sistemas operativos alternativos de alta calidad, así como dispositivos de "Internet of Things" y de "Artificial Intelligence". No es impensable que un mundo 5G acentúe la hegemonía china a nivel planetario. No es impensable que esto signifique, al mismo tiempo, la acentuación del ocaso de potencias tradicionales, incapaces ya de ofrecer no solo nuevas tecnologías sino nuevas ideas y valores.

Pareciera que la ficción literaria o cinematográfica tiene un efecto discursivo incuestionable, algo que la teoría y el ensayo dejó atrás, con el surgimiento de las nuevas plataformas de demanda de contenidos (Netflix, Amazon, Disney, etc.). ¿Representa el ocaso de los filósofos y una justa bienvenida a los contadores de historias?

Esta pregunta resulta especialmente provocativa y bien merece que nos detengamos en ella. Me atrevería a afirmar que más que a un cierto "ocaso de los filósofos", estamos asistiendo a un ocaso de los intelectuales. Así como aconteció con los poetas - pensemos en Martí o en Darío, por ejemplo - hacia fines del siglo XIX, que se vieron fuera de las páginas de la prensa periódica en virtud de una nueva forma de hacer periodismo, una nueva división del trabajo; hoy, la figura del intelectual se apaga lenta, pero inexorablemente.

La figura del intelectual nace, precisamente, hacia fines del siglo XIX de la mano de Èmile Zola. Recordemos que en 1898, Zola escribe su famosa carta J'Accuse en el diario L'Aurore, dirigida nada menos que al Presidente de la República, lo que le valió un proceso por difamación. Mientras la figura histórica del poeta era degradada a la condición de excrecencia que ya no encuentra sitio en una sociedad burguesa mercantilizada, el intelectual ligado a los medios de comunicación comienza su camino para convertirse en la "conciencia moral" de su sociedad. Asistimos a la paradoja en la cual pareciera que los intelectuales han enmudecido, precisamente, en el momento histórico en que se multiplican las "buenas causas" que merecerían una reflexión seria: degradación de la biosfera, empobrecimiento de los medios de comunicación social, extensión global de la violencia y pauperización acelerada de gran parte de la humanidad. El intelectual, hoy en día, solo es admitido en calidad de "experto", "académico" o "consultor", es decir, como un aséptico portador de saberes, una figura totalmente despolitizada y acrítica.

El ocaso de la figura del intelectual representa el ocaso de un cierto pensamiento crítico, lo que le da una profunda dimensión política a la cuestión. Cuando una "Híper Industria Cultural" logra sincronizar los flujos temporales de conciencia de millones con los flujos de las redes digitalizadas, se produce una "ficcionalización" de la realidad, capaz de crear el presente en tiempo real. De este modo, el cine crítico y reflexivo es marginado como "cine-arte" a circuitos cerrados de "intelectuales de la imagen", mientras la corriente principal es ocupada por grandes producciones de un cine entertainment que explota ad nauseam el melodramatismo y un talante lúdico adolescente, cuando no, definitivamente infantil. Se alcanza así aquello que nos advertía Chomsky: Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto.

Más allá de la pericia tecnológica y de los artificios digitales, el cine y la producción audiovisual es la forma en que una cultura recrea en imágenes su propio imaginario. Cada época impone sus rigores, la cultura híper indutrializada no es la excepción. El mercado delimita los cánones del entertainment de masas, sin embargo, como los escritores de antaño, los nuevos "poetas de la imagen" siempre encontrarán los intersticios para hacer florecer la flor en el pantano. Nuestras letras recorrieron un largo camino, de más de un siglo, para encontrar un modo propio de expresión que la hizo universal, vértigo de abismo y libertad. Nuestro cine está en el camino, hemos visto ya los inicios de ese balbucir en filmes interesantes: "Amores Perros", "Hombre mirando al sudeste", "Imagen latente", sólo por mencionar algunos.

Las imágenes, como todos los signos, poseen una vocación de humanidad. Todo signo existe cuando es susceptible de ser compartido. Finalmente, el cine latinoamericano es el encargado de recrear con sus nuevos lenguajes nuestros propios "mitos", la estatura de nuestros sueños, una imagen de lo que somos. El cine posee, no me cabe duda, un enorme potencial no solo para contar historias sino para reconstruir un nuevo imaginario histórico y social entre nosotros. Necesitamos sanar nuestras heridas, para ello no basta la inteligencia racional sino también la inteligencia emocional y, ciertamente, la sabiduría de la inteligencia espiritual. Necesitamos con urgencia nuevos horizontes de sentido en que los conceptos de "paz", "tolerancia", "dignidad humana", "solidaridad", "justicia social" adquieran entre nosotros toda la profundidad y alcance que se merecen.


Datos del entrevistador

Rubén Dittus es docente e investigador en Universidad Central de Chile. Periodista por la UC de Concepción, Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster en Guion Cinematográfico por la Universidad Finis Terrae. Es autor de la novela El mural de los cerdos (2019). Editor de la Revista Chilena de Semiótica.

Email: ruben.dittus@ucentral.cl